Parece que, de cómo llegan a sonar juntas la pieza musical La catedral sumergida (con París bajo el agua) y una vieja leyenda celta, no se habría ocupado solo Claude Debussy (1862-1918). En pleno 2019 los Enrique´s (Papatino y Dacal) renuevan la dupla y reviven la acústica de aquella melodía y el cuento que la inspiró, en una pieza teatral cuasi infinita. Perdurable como cada frase que se teje en los textos de Papatino, y como algunos gestos que provocan los actores impregnándose en el público guiados por Dacal.
Waldo (Gabriel Rovito), es un escritor que parece estar levantando sus dos brazos, como quien avisa que se está ahogando en su propio mar sin poder rescatar su vida ni terminar su novela. En esa posición y hundiéndose detrás de su trabajo como editor se sumerge, una y otra vez, en la corrección de textos que jamás anhelaría sacar a la superficie. Y en esa situación, se presume difícil que pueda hacer emerger su propia historia, tanto la vivida como la novelada. Una existencia y una ficción que parecen flotar sin rumbo, sin poder hacer avanzar (nadar), sin lograr cerrar (ahogar) ni tampoco reescribir (bucear).
Y mientras Waldo no encuentra su lugar en el mundo ni su inspiración en el papel, al rescate vendrán dos mujeres. Una es Ana (Yamila Ulanovsky), que lo tomará de su brazo escritor que quiere viajar al pasado y lo invitará a quedarse en el presente, acompañándolo hasta que pueda solo con la generosidad de quien escolta en silencio y con la garantía oculta de saber levitar o bucear. Y la otra es Julia (Analía Yáñez) que, bien plantada en el presente, lo animará a un viaje al futuro , aunque sin garantías de evitar otros ahogos. Así ambas lo auxiliarán, con y por amor, porque La catedral sumergida es eso, una historia de amor, dentro de otra historia de amor, dentro de otra historia de amor….
En una puesta y apuesta intimista y cercana al público ( hasta físicamente ),como las vicisitudes de la vida , LCS trae como arquitectura una escenografía sencilla y efectiva tanto para alojar las escenas como para significar que, ya sea en el living de un departamento; en un café añejo ( pero con auto- servicio); o en una catedral sumergida , cuando se trata de amor, de dolor, de pérdidas , de resurrección, … los sentimientos se filtran como el agua , habiten donde habiten los portadores de esas emociones.
Enrique Papatino es un escritor que podría estar levantando sus dos brazos para mostrar sus dos recientes premios: el Trinidad Guevara – Mejor autor y Argentores – Obra original para adultos, por El viento escribe (2018). Mientras tanto sigue escribiendo y demostrado que las frases que dan cuerpo a sus textos son infinitas, a descifrar y puestas al servicio de hacer obras de teatro como espacios donde se sigue cuestionado qué es ser escritor.
http://www.alternativateatral.com/obra66419-la-catedral-sumergida