Brenda Howlin postea en su facebook personal un agradecimiento a todos los que la han saludado por su cumpleaños, pero se disculpa de hacerlo con retraso. La excusa es más que aceptada, pues la demora se debe , ni más ni menos, a que ha nacido su segundo hijo a través de un proceso de parto que describe como respetuoso y humanizado. El tema, para la actriz, guionista y dramaturga, no empieza ni termina en un comentario de una experiencia personal. De hecho, casi en paralelo al nacimiento de su hijo, da a luz – en análogos contextos – No sé cómo volver. Una serie de ocho capítulos que puede verse por Cablevisión Flow y que Howlin escribe junto a su amiga Silvina Estevés sobre las mujeres puérperas y esos diversos caminos que deben transitar para reencontrarse consigo mismas y sus cambios. Casos reales ficcionados se mezclan con relatos documentales de profesionales comprometidos con la temática y otros tópicos fuertemente asociados como lo son: el aborto, la violencia obstétrica, el sexo luego del parto, el trabajo, …. Propuesta y dinámica que, sin duda, se presenta como novedosa en el terreno de las producciones artísiticas. Pero como si esto fuera poco, la sucesión de gestaciones llega a las raíces de su árbol genealógico en el mismo intervalo de tiempo, pues, Brenda produce un tercer alumbramiento como dramaturga en la escena teatral con la adorable comedia en verso Shamrock. Obra que habla de la inmigración irlandesa, inmejorablemente dirigida por Nano Zyssholtz. Así, este trébol de tres hojas (símbolo de Irlanda) se completa. Aunque nos hace pensar que como espectadores estamos frente a uno de cuatro, por la fortuna que surge de vivenciar la cadena de creaciones de BH y equipos.
Corre el 1900 y con una sencilla rampa , una precisa luz y un poco de humo, no quedan dudas que llega un buque más al puerto de Buenos Aires trayendo humanidades que escapan del hambre, de las guerras y posguerras, de las miserias de distintos lugares del mundo . Y de uno de tantos barcos de esa inmensidad de inmigrantes baja Mary ( Camila Peralta), desde Irlanda, para cumplir con la imposición familiar de casarse y tener hijos con Dido (Pablo Kusnetsoff), su prometido irlandés que ya está en la ciudad y por cierto, bastante aporteñado. Pero ni Mary sabe, que puesto un pie en Buenos Aires cambiarán no solo sus planes, sino también los de aquellos con los que se cruce. De arranque nomás, en el puerto, se topa con Patrick (Ale Gigena) quien desnuca de amor a primera vista por ella y le confesará que Dido la engaña con la encargada del hotel de inmigrantes, Rita (Juliana Azcúa). Todo esto lo hará mientras oficia de una suerte de guía turistico que lleva a Mary, en una primera posta, a saborear un pebete de cocido, al emblemático Café Tortoni.
Se sumarán a la historia, logradamente ambientada por la escenografía de Marcos Murano, otras postales de Buenos Aires como la confitería Las Violetas o El Rosedal. Puntos geográficos por donde los cuatros personajes tejerán sus vidas y viscisitudes. Historias que se anudan y desanudan, que se rozan o chocan pero que no riman con los destinos que tenian pre-trazados, aunque sí armonizan holgadamente con esa cadencia que invita al público a completar activamente la cola de las frases de un guión lúcido , agudo, con temáticas y pases de comedia que promueven lo extemporáneo. Prueba de ello son los cuestionamientos de corte abiertamente feminista, las ávidas y justas pretensiones de igualdad , el emprendedurismo femenino materializado, la ruptura con los cánones religiosos y las imposiciones familiares, o la libertad de elección,…Todo palpita en este micro-colectivo de inmigrantes irlandeses a la vez que replican, nuevamente, la ideología que mueve y promueve la autora.
Pero semejante apuesta no se hace a solas, sino en equipo. Y BH tiene uno envidiable que sostiene equilibradamente el tono de comedia y los hilos que tensa Zyssholtz, de esas plásticas marionetas actorales que se despliegan sin límite de destreza. Es así que Kusnetsoff fusiona la magia y la actuación en un truco indevelable que lleva a Dido a convertirse en mozo, en galán porteño y tanguero, o en charlatán oportunista y mitómano que encara diálogos con los astros y las mujeres sin temor de mentir. Gigena, es de inicio “ San Patrick”, pero conforme avanza su inusual performance en escena, nos hace pensar que Charles Chaplin vivió en la Argentina de 1900, paró ese tiempo en el Hotel de Inmigrantes y enamoró a su público, sin correr la misma suerte con el corazón de Mary. Quién sabe, quizás, sea porque Mary junto a Rita, lejos de convertirse en rivales, pasaron a ser mejores amigas, socias, compañeras de baile y de la vida, que, ciertamente, podrían formar parte de una película muda en una escena sin desperdicios (ni de harina ni de recursos actorales) como cuando cocinan para su exitoso emprendimiento de scons. Entonces, esas mujeres del 1900 quedan más cerca de las actuales desafiando todas las limitaciones de la época , ayudadas por un guiño textual donde parece que “ la culpa” no rima con nada.
Con un logrado vestuario a cargo de Julieta Harca, que nos transporta, sin equívocos, a la época, y una iluminación realizada por Fernando Chacoma, que acompaña fiel ese viaje en el tiempo, se completa esta imperdible propuesta con descomunales artistas que suben y bajan de los barcos aunque, esperando, que nunca lo hagan de la escena teatral porteña.
http://www.alternativateatral.com/obra65196-shamrock