Son Papushkas no Mamushkas

En el próspero espacio La Pausa, Melisa Freund presenta Papushkas, mi propio Kadish (rezo de duelo en la religión judía), una obra donde conmemora y despide a su propio padre fallecido en 2017, Juan Freund (actor, director y dramaturgo).

Los únicos dos actores en escena son Melisa Freund, que hace  principalmente  de ella misma y  Julio Marticorena, que hace primariamente también del propio Juan Freund, como lo habría hecho – años atrás y convocado por su amigo  – en la obra Infancia y Exilio (de J. Freund).  Algunos fragmentos de esa obra son rescatados en ésta, dando el efecto de una obra dentro de otra obra y a su vez, en algunos momentos  Melisa y Julio se desdoblan actoralmente  en otros personajes del entorno de Juan, saliendo como lo haría una muñeca de dentro de otra muñeca rusa. Sin duda estos movimientos convocan a pensar en el título de la obra, pero aquí son Papushkas, no Mamushkas y proponen un juego teatral que se despliega en 6 (seis)  actos a diferencia de las Mamushkas que pueden variar  el número original de 7 (siete),  pero siempre contienen números impares.

En el escenario hay un tender desde donde cuelga – deconstruída en objetos y fotos  – la biografía de Juan Freund. Cada elemento se irá descolgando y poniendo  al servicio de contar algo para luego ser guardado en valijas, que al final contendrán  – simbólicamente –  una vida con la que emprender un viaje. La biografía comienza por la muerte y la obra comienza y termina por allí también, sin por ello revelar la riqueza de la trama y las logradas decisiones para ir destramándola.

En el centro y con aquel tender haciendo de techo, hay un sillón individual que aloja casi todo el tiempo al personaje de Juan Freund.  Un rezo de Kadish se deja oír, cada vez más bajo, para darle voz a Melisa en el 1° acto que anuncia como El día más triste del mundo.

En busca de brindar esa respuesta al público, invita a éste a conformar un Minyan (quórum mínimo de 10 personas para orar un kadish de duelo u otros rituales religiosos). Progresa el acto y hay una sucesión de hechos contados por Melisa para detectar cuál habría sido ese día. Parte de alegar que habría sido  cuando su padre murió, para luego desdecirse  y reconocer que habría sido el día anterior cuando se habría enterado que iba a morir , volviendo luego a desdecirse para afirmar que habría sido el  día que le detectaron la enfermedad y así avanza retrocediendo a distintos hechos biográficos y familiares hasta detenerse en 1933 y en la figura de Hitler,  ubicándonos en un momento clave de la cronología del Holocausto y en un silencio que se rompe con un chasquido de dedos que piden música para dar paso al próximo acto.

El  2° acto es llamado Una obra sobre tu muerte. En él se reproduce un imaginario  diálogo entre Melisa y el padre ya fallecido. La primera le confiesa que está pensando en aventurarse a la tarea de escribir una obra sobre su muerte,  mientras le pregunta si él desde el cielo puede verla.  El personaje de Juan no responde directamente, pero si afirmativamente cuando le hace saber que  muchas veces la ve llorar.

Otro chasquido muda la obra al  3° acto nominado Cronología del Holocausto. Como saliendo de la obra Julio narra la cronología del Holocausto, en una secuencia y tono  que parece extraído de un libro de historia. En paralelo Melisa relata la historia de una mujer y su hijo,  desde el 30 de enero de 1933, cuando A. Hitler es nombrado canciller. Hacia el final y como dando paso al acto siguiente, Melisa aclara que esa historia -paralela a la historia de la guerra – habría sido la de su abuela y su padre, que lejos de quedar como líneas paralelas al genocidio,  fueron víctimas y sobrevivientes del Holocausto. Y así, la historia de la guerra y la historia de una mujer y su hijo termina concentradas   – como la de muchos  –  en los campos de concentración.

Un nuevo chasquido vuelve a Julio al papel de Juan en tiempos de ser niño y a Melisa la convierte en su propia abuela, sentando las bases del 4° acto que toma fragmentos y el nombre de la obra citada, Infancia y Exilio ( de J. Freund).

El último chasquido que hace Melisa, da paso al 5° acto llamado Las Múltiples Identidades.  Allí se narran los continuos  cambios de nombres, de países y de culturas por los que tuvo que transitar su padre huyendo de los nazis y que finalmente lo terminaron trayendo desde Alemania a Argentina, y no justamente con un chasquido de dedos,  sino luego de atravesar muchas situaciones y  transcurrir muchos años.

Un recorrido imperdible que no ahorra poner de manifiesto y transmitir  los peligros de poder perderse identitariamente en esa larga travesía – que casi todos tuvieron que emprender sin elegir – y que en el caso de Juan, habría terminado  alojándolo en su nueva casa, Argentina. Una secuencia que se detiene con la misma tensión dramática en su niñez como en su vejez, en su exilio como en su gusto preferido de sándwich de miga,  en el placer de beber whisky y comer queso como en el dolor de la pérdida; haciendo con todos esos bastiones identitarios a una persona con y como el resultado de un camino andado casi sin atajos

Un chasquido ahora de Julio haciendo de Juan en sus últimos días, da paso al   6° acto nombrado como La Enfermedad.  Sin escatimar detalles, pero  sin convertir en algo horroroso lo  doloroso e  inevitable, Melisa  recoge  – biográfica y literalmente –  del suelo a su padre y lo pone de traje y moño a bailar en el centro del escenario. Así recrea y/o logra, una despedida épica como la que dice que se merecía, una despedida  que atraviesa todos los vientos, una despedida que busca  – como la obra – el recurso de lo  poético para contar lo intenso y triste. Dice Melisa: “Papá tenía todo el viento adentro hasta que se quedó congelado (…).  Se quedó con el viento de toda una vida (…)  luego lo medicaron fuerte y se fue pidiendo la muerte pero épicamente. (…).

Los actores dejan el escenario, cargando unas maletas llenas de una vida vivida y un tender vacío, luego de secuencia de tragedias contadas sin tragedia. Con el justo equilibrio para trasmitir los días y las desventuras más tristes, sin caer en la melancolía inmóvil o la victimización fluctuante. Todo eso como respuesta de una  lograda elaboración  ( y aquí vale doble el verbo elaborar)   de Melisa , en sus múltiples roles y en el absolutamente intransferible de ser hija .Un homenaje activo como pocos pueden tener en la tierra, pero sí quizás ver desde el cielo y agradecer soplando eternamente en forma de viento cálido el rostro de quienes desde la tierra lo recuerdan. No se pierdan esta obra, este soplo de amor.

http://www.alternativateatral.com/obra59404-papushkas-mi-propio-kadish

 

 

 

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