Cuando las impresoras no tienen tinta de los cuatro colores con los que se conforman los demás (Cyan, negro, magenta y amarillo), dejan de imprimir. Hay una interdependencia que no cede a la falta de alguno del grupo original. Algo de esto les habría pasado a María (Pilar Fridman) y Bruno (Santiago Scauso) cuando quedaron huérfanos ensayando, sin poder imprimir, una salida de la casa, del duelo, de la soledad, del sufrimiento, de la irreversible presencia de la orfandad como espíritu (Franco de la Puente) que vela y revela.
Igualmente e independientemente de los resultados, en Cyan ( de Pilar Fridman) todo está planteado para que sea, todo es potencia, pero a la vez riesgo. Y con ese conflicto subyacente progresa el tono central de la obra y la dinámica vital de estos hermanos que por un lado quieren imprimir una salida y por otro lado, quedan “tildados” en la creencia expresa que publicar es morir o que caer en el cliché , también es letal.
Bruno escribe o deja de hacerlo esperando que le baje una idea y María ensaya las escenas que su hermano propone y dirige con severidad, queriendo encontraren ella, el reflejo de lo escrito. Un espíritu los acompaña, algo así como la presencia de una ausencia que según la ocasión: intriga, molesta, ayuda, delata, observa, encubre, motoriza …
Pasan las horas y los días, loopenado incansablemente una u otra escena, que se desprende de los escritos de Bruno. En una de ellas María se viste, se desviste, limpia un vestido con un cepillo imaginario y luego pregunta qué tal le salió el ensayo. Bruno responde: “tu ropa no es tu ropa, es tu armadura, por eso te vestís. “
Todo esto acontece de un lado de la sala que deja ver el interior de la casa de estos hermanos que aparte de dedicarse a lo suyo, curiosean al otro lado de la sala, la intimidad de los vecinos linderos. Sin literalidad escénica, los colindantes, Audri (Debora Nishimoto) y Edward (Daniel Surasky) también repiten una secuencia mecánica, pero basada en la rutina de la convivencia. Ambos leen durante el desayuno. Ella lee en voz alta una novela en japonés sobre la que está trabajando como editora, él murmura los titulares del diario antes de ir a trabajar como productor de seguros. Se prometen volver a verse a la hora de la cena, ella le hará su especialidad (pollo a la mostaza), él le asegura llegar. Se despiden con un beso en el aire, un beso que no toca los labios, algo así como una intención de beso, un ensayo como sería , el recurso de limpiar aquel vestido con un cepillo imaginario.
Lo que es, lo que quiere ser, lo que no quiere ser y lo que no es, parecen apoderarse del ritmo de la obra. Y entre esas, y más posibilidades, Edward parece no llegar a la casa a la hora de la cena. El supuesto retraso permite que otras cosas sucedan, que algo rompa el automatismo de la intimidad de esos hogares. Aurdi invita a sus vecinos a cenar y los cruces estimulan nuevas cosas. Así las luces iluminan, aparte de los paralelos, los vínculos; los cuerpos cercanos aproximan los besos reales; las ausencias inesperadas aceleran las presencias deseadas; … como eventos que hasta ponen en movimiento y dan voz a los personajes ( o partes de los personajes ) que no se animan a hablar y que lo harán directamente o a través de una suerte de espíritu habilitado a decir por el que no está.
Así Cyan, intenta imprimir en varios tonos sin perder las bases desconsoladas, sin perder las preguntas como modo de pensar e incluso responder, sin llegar a caer en ningún respuesta, expresión o acción extrema, entregando al público la posibilidad de ser parte activa en la construcción de lo que ven y/o quieren ver. Pues nada está dicho, pues todo puede ser de otra manera. Esencia libre que aun así, coexiste con la intimidad de dos hogares que resisten , con el vínculo de una pareja que intenta superar la rutina, con el lazo inseparable de dos hermanos para resguardarse del mundo hasta el final o hasta el momento en donde en la escena loopeada aparece el cepillo real (después del beso dado o la partida) , como metáforas de aquellos puntos de inflexión que operan como postas para volver a relanzarse al infinito.
Pilar Fridman escribe, actúa y dirige Cyan, su ópera prima (ganadora del certamen Óperas Primas 2018 del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas) y de algún modo, ella misma se presenta como su obra , como un punto de inflexión (creación) en la carrera de una artista con una indagación comprometida, compleja y prometedora.
obra genialmente armada