Animal Romántico vivo y suelto, cerca del decadente zoo porteño.

Una mujer le pregunta a la acomodadora: Esto ya es la obra? (señalando  un  cuadro , que está colgado, antes de ingresar a la sala del Teatro Sarmiento) . La pregunta desacomoda a la acomodadora que hace un gesto marcando -por si hacía falta- la dirección de la puerta de la sala. Movimiento que le da tiempo para que le caiga la ficha del sentido de la pregunta y así responder con un tímido Sí, a la consulta de la inminente espectadora.   Luego comienza la obra y lo que sigue  – como a la acomodadora –  obliga a un giro mental, sensorial al público también.

Otra mujer me hace preguntas al volver del teatro:

– ¿A dónde fuiste?

 – Al teatro, a ver una obra superpuesta con una exposición de artes plásticas y visuales.

 – Pero, ¿eran cuadros o actores?

 –  De todo un poco. 

 – ¿Y qué tal el argumento?

 -¿El propio o el propuesto?

 – Bueno, si no podés contestarme, entonces contame sobre las luces.

 -¿Las luces y sombras de los cuadros o de los personajes por fuera de los marcos? 

 – En fin,  me quedan pocos rubros para preguntarte, ¿qué tal el  vestuario?

 -¿El de los personajes o el de los cuerpos de los personajes cubriendo los cuerpos de los personajes al desnudarse?

 – No me  animo a consultarte por la escenografía. 

 -Haces bien, anda a verla.  De lejos y de cerca.

Entre estos dos diálogos, vi Animal Romántico  que se inicia con el cuadro mencionado más arriba y prosigue con un diálogo y otro diálogo y otro diálogo… conformando una suerte de  laberinto dialógico abierto al infinito,  entre Agostina Luz López (autora y directora) y  Denise Groesman (actriz y artista visual). Tomando como puntapié parte de las obras hechas por Denise entre 2006 y 2018, Agostina es conducida y produce la dramaturgia de la obra.

Las artes visuales (salvo indirectamente   – y en ocasiones – en vestuario, escenografía, luces,…) no son una presencia corriente en el teatro. No tan casualmente, quizás,  parece que Denise y Agostina, nos empiezan a acercar a su presencia e interpretación. Vale recordar para ello, la obra Cimarrón (de Romina Paula), donde se encontraron actuando ambas (Denise y Agostina). Allí había un cuadro que evocaba a Rousseau en escena y – a su vez –  el propio programa de mano, recurría a la estilización de una pintura -¡hermosa!- del ultraromántico Caspar David Friedrich (La salida de la luna sobre el mar, de primera mitad del XIX).

 

 

Ahora volviendo a este siglo y a este Animal Romántico, en la obra la mente de Denise está expuesta como sus exposiciones: a cielo abierto. Allí viven también,  sus creaciones y ella misma. La dramaturgia la lleva desde fuera de sus obras hacia el interior de sus pinturas e instalaciones, y de su propio cuerpo visceral. En ese recorrido, vuelve a transitar – escénicamente –  fragmentos de algunas de sus exposiciones, que se presentan como una secuencia de actos en la obra y – a la vez – son en este espectáculo atípico, lo que la mirada tradicional visualizaría como escenografía. Denise no está sola al recorrer sus creaciones, el texto trae a tres personajes que, en diferentes momentos y con diferentes roles, peregrinan por esos pasillos cuyas paredes van cambiando de lugar para exhibir distintas pinturas, esculturas, objetos, instalaciones.

Allí está su padre, encarnado por Marcelo Subiotto, que va participando de cada una de las exposiciones, de manera cada vez más comprometida. Un padre que va desde el exterior como espectador sentado en una silla contemplando con amorosa rudeza no exenta de sentido del humor, a ser parte activa de una instalación que transforma y lo transforma. Un padre presente y atento a entender el mundo del arte. Y en esa comprensión, darse cuenta de que es como volver a gestar a su hija. Un padre que, una vez adentro, al verla multiplicada en diferentes autorretratos, quiere  comprar “toda” su obra,  como fantasía de unirla y al mismo tiempo,  sin perder de vista cuánto más cotizaría en el mercado. Porque entre el mundo blando que se sigue atribuyendo al arte en su faz creativa, y  el del mercado (que sería el que maneja el progenitor), está ese padre patrocinando a su hija. Un padre que aunque dice tener más habilidad para estar vivo y para habitar el mundo de la afirmación y no el de  la pregunta, nunca deja de dialogar lúdicamente, familiarmente con su primogénita.

Al recorrido también están incorporados los actores Rafael Federman y Rita Pauls, en personajes que orbitan como satélites el universo corporal y mental de Denise. Rafael -con aspecto andrógino y esa capita que remite a los peregrinos de antaño- rota como el amigo incondicional (por momentos externo y por momentos tan mimetizado que podría ser Denise misma) que  impulsa a la artista a preguntarse  – a posteriori –  sobre su creación, la asiste a registrarla en vivo, se presta en cuerpo a deformarse en la cercanía al otro y la fidelidad a la propuesta.

El movimiento elíptico de Rita, es inicialmente silencioso.  Orbita como esa espectadora tradicional que la propia Denise mira para ver  – quizás –  cómo la ven los que aprecian su creación. Pero esta espectadora, va retirando de escena algunos objetos tan significativos para la protagonista, que parece que se va llevando partes de la artista. Fragmentos que se unirían cuando se encuentran en la palabra y en sucesos románticos de este animal. Un amor que parece puede reconvertir la dicotomía entre lo duro y lo blando, mudar los muros asociados a lo rígido, en su contrario: lo blando, lo penetrable, lo factible de tocar con amor cuidado y armonía, acaso con la fuerza imantada que atrae al  hierro de la sangre.

Llegando al final de la obra (que, vale anticipar, termina cuando cada uno de los espectadores decide que termine), el prisma triangular que acompaña a Denise, se convierte en parte literal de una instalación en esta propuesta donde los sentidos con los que pensamos y percibimos el mundo se pueden remozar y ampliar. Donde lo que se escucha, lo que se huele y lo que se piensa, va misteriosamente más allá los cuerpos (de Rafael, el padre y Rita, respectivamente), y de  la escena. Animal Romántico, se presenta como una criatura creativa libre de zoológicos y clasificaciones, que nos desafía como espectadores a entregarnos a estas nuevas experiencias teatrales donde el teatro rompe sus propias jaulas.

https://complejoteatral.gob.ar/ver/animal-romantico/agostina-luz-lopez

 

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