DÍAZ DE AMOR DE PELÍCULA

Cuántas veces escuchamos a diversas  personas  – en un abanico que nos contiene y contiene desde profanos en arte (descreyendo que los hubiera) hasta los más expertos en el tema – preguntarse: qué habrá sucedido para que, por ejemplo,  Picasso sea Picasso y no otro. Las respuestas son tan variadas, como los perfiles de quienes se lo cuestionan.  Un día escuché a alguien decir, que los Picassos eran  traductores de un período que – aunque leído a posteriori –  nos daban cierta respuesta a cómo somos a través de su  arte y a la vez, defían algo sobre de qué es arte. Toda la reflexión sonaba cierta y relativa al mismo tiempo  (cierta entre comillas), porque abría nuevos interrogantes  sin abandonar los originales y nos lanzaban a un debate interminable que  – según con quién se de – puede dejar satisfacciones enormes, aunque parciales, encomilladas y/o momentáneas.

En este sentido y reconociendo  , más allá de ahondar en gustos personales  , el legado innegable que en la historia del arte ha tenido Picasso , Teatro Líquido es un colectivo creativo (que presenta cinco obras en el Espacio Callejón ) en el que viajarían varios Picassos, mostrándonos  – desde una forma particular de hacer teatro que reúne lo  individual (que es siempre colectivo)  y lo colectivo  – una perspectiva  de cómo somos que ,  claro está  ,  podemos tomar, debatir  y/o dejar. Las obras traen esa sustancia acuosa  que va dejando marcas como el cauce de un río. Pero no de una corriente que se fue, sino de una que está empezando a hacer su recorrido y en el que en un futuro – quizás –  otros podrán navegar.  En lo inmediato, son los días de estreno de Héctor Díaz, que se estrena como dramaturgo  y se consolida como director en su obra: Amor de Película  (la  2da. de Teatro Líquido)

De cómo somos, cómo nos ven (en el amplio sentido) cómo vemos  y/o cómo se  construye y deconstruye la realidad, la ficción, un guión en particular o el amor entre particulares, narra Amor de

De que no es lo mismo un amor de película que una película de amor, ni tampoco hacerse la película con un amor, amar una película  o escribir una película de amor, entre las muchas posibilidades que se pueden dar  al combinar : amor con  película, invita a reflexionar  Amor de

De la  frase – justamente – de Picasso: “Que la inspiración me encuentre trabajando”, sin dudas trata Amor de

Julián (Gerardo Chendo) es un guionista de más de 40 años y  – quién sabe – 40 guiones presentados a su “supuesto” amigo Federico (Rubén de la Torre), un productor en decadencia que protagonizaría (él mismo ) cualquier acción para salvarse y  – entre esas maniobras – le pide a gritos (a Julián) acción e innovación en sus tramas. Y mientras éstas no aparecen, lo que sí aparece es la pregunta (de Federico a Julián) de cómo se vería escribiendo un guión de película, junto a una Youtuber estrella del momento, Paula (Luli Torn), que le sacaría el demodé  a los guiones. Criticando, conspirando y finalmente avalando cada acción de este productor, está su secretaria Eleonora (María Inés Sancerni). Y esperando “salvarse todos “, también está Barzola (Javier Niklison), un funcionario sombrío del Instituto, que podría “articular otras acciones “ para darles el subsidio para su proyecto.

El escenario se presenta dividido en dos por un espejo fantaseado y -por momentos – la historia también parece fraccionada  y construida,  con la imagen que  devuelve el espejo imaginario.  Pero hay un objeto existente (que iguala lo real y lo virtual) y que – sabido o no  – los conecta a todos durante la integridad del tiempo y forzadamente,  como se habría ido dando los encuentros entre los protagonistas.

 

Y si a casi nadie le gusta que le cuenten  la trama de la película que aún no ha visto, la pieza teatral pone a los personajes frente a los impensados avatares de si les  gustaría o no,  que les cuenten la trama de una película en la que nunca hubieran imaginado verse.

Sin caer en adelantos, parece que cuando se reconocen, todos quieren elegir su destino,  decidir su final. Los incrédulos en los guionistas,  los adulan; los golpeados por el amor, le piden que modifique la ficción para ver si se modifica la realidad o insisten con viejos finales, cuando están a punto de perder lo nuevo; también están los que salen de la oscuridad  y al verse asechado por la mala fama, quieren cambiarla y con la nueva notoriedad, quieren más y más.

Sin caer en retrocesos, vale confiar en que los extremos se tocan y se contagian de lo mismo. Que hay algo que no cambia entre el productor que ignora o adula, o el funcionario que tiene una actitud clientelar frente a la mala o buena fama.

La tarea de contar la historia – con sus adelantos y retrocesos –  es transferida por Díaz a esos cinco actores, que asumen el compromiso de su papel , con sobresaliente destreza. Un pentágono de  personajes logradamente esculpidos  y diferenciados desde la trama,  y que en ese contraste, encuentran una forma – claramente dirigida – para vincularse y fluir actoralmente desde esos supuestos opuestos.

Retomando el párrafo inicial, podemos decir que Amor de se debate  – en un sentido crítico y constructivo – con  los modos de producir arte (desde los más logrados, hasta los más despreciables) en toda la cadena de realización. Y también, es una propuesta teatral, que nos enfrenta con una trama en donde nos podemos animar a ver, negar , editar y/o reconfigurar, con  la misma valentía  que en la historia, se evidencian cuestiones como : el oportunismo , el individualismo y/o   la corrupción   – justo  – en el ámbito propio de creación ( el de las artes, el cine , el teatro…) . El coraje no viene a solas,  trae un aliado –permanente- en la convención escénica   y narrativa,  el humor.

Hay una línea temática que conectaría las dos primeras obras de Teatro Líquido y es previsible,  que este hilo carmesí , no se rompa en las que siguen. La forma de construcción colectiva,  así lo deja pensar. Una forma  que  – entre otras cosas  –  rompe con  “el modo selfie” de crear y retratar la realidad y ya por eso, podemos decir que la cuestiona y que propone otro hacer. Un estilo  – de algún modo  –  solidario con sanar las secuelas de los modos individualistas, que ( las más de las veces ) persiguen destinos predeterminados colectivamente, pero que pueden quedar lejos  de los deseados o notoriamente ocupados.

Háganse el tiempo para ver Amor desaldrán sabiendo – casi seguro  –  la diferencia entre esculpir el tiempo o en el tiempo. Amor de Película es una pieza  tan lograda – en tantos sentidos – que le valen los  Díaz de Amor de Película,  en virtud fusionada de su Picasso (Héctor Díaz) y de los días de pinceladas colectivas.

 

http://www.alternativateatral.com/obra60692-amor-de-pelicula

 

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